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sábado, 26 de julio de 2014

Mar Varela: la princesa gaditana de las tartas

Mar Varela
Todos hablaban de ella, de su blog de cocina Vamos a Cocimar, de sus cupcakes y tartas fondant. Este revuelo me produjo curiosidad y quise conocerla.
Así fue como hace ya tres años, me acerqué a Mar Varela, mujer trabajadora, empresaria, como ella se define, y artista, como la defino yo y como más se merece.
Porque eso son sus creaciones, arte. Pero van más allá, porque son obras de arte comestible. ¿Qué hay mejor que eso?
Avalan su trayectoria un blog con cientos de visitas diarias. Una legión de seguidores que la requieren para talleres, clases de cocina, de repostería, de creación fondant, de galletas decoradas, etc.
Mar tiene admiradores por todas partes y una carrera ascendente e imparable, fruto de la constancia, el trabajo y el buen hacer de esta gaditana que ama y cree en lo que hace. Y se nota.
Pionera, por estos lares, en el mundo del fondant, comenzó a trabajarlo hace siete años. Entonces, antes del "boom" que vivimos ahora, era complicado conseguir los productos, el material, aprender la técnica.

Mar volcó toda su creatividad y todo su conocimiento (tras pasar por la Escuela de Arte de Cádiz) al servicio de un oficio tan original como rentable. Llegaron encargos, y despertó el interés de un público ávido de cosas buenas y nuevas. Llegó el éxito.
Y aquí está, viento en popa, al frente de una hermosa tienda en Puerto Real, en la que pueden encontrarse todo tipo de productos para realizar repostería creativa, libros de recetas, moldes de infinitas formas y también un rincón en el que aprender en los cursos que Mar imparte.
En este refugio rosa, huele que alimenta, ya que no es raro que coincida la visita a su local con el tiempo de horneado de una jugosa tarta de manzana, por ejemplo.


Mar Varela es cercana, amable y sencilla.
Quizás por eso, también, llega a tanta gente y su trabajo es tan dulce.
Basta un paseo virtual por sus sitios en la red, para admirar sus fabulosas tartas, para que se antoje encargar una.
La imaginación no tiene límites, como también casi ilimitado es el talento de Mar.

¿Una tarta erótica para una despedida de soltera? Mar la crea. ¿Un castillo con dragón y princesa? Mar la inventa. ¿Una nube con globo aerostático comestible? Mar la tiene.
En sus referentes, grandes chefs como Pepe Rodríguez, Jordi Cruz, Jamie Oliver o Buddy Valastro.
Sin duda es un placer, y un lujo al alcance contar con Mar Varela para cualquier celebración.

¿Qué haríamos sin sus galletas decoradas, sus cupcakes, sus fabulosas tartas personalizadas? Pues compraríamos la típica tarta de San Marcos en la pastelería de barrio de toda la vida, y que también es gloria bendita, pero no sería lo mismo, ¿verdad?

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jueves, 24 de julio de 2014

JAPOMANÍA (primera entrega): KAEDE

Se van a cumplir diez años. 
Diez años desde que probé la comida japonesa por primera vez. 
Fue en Nippon, en Cádiz, aquel restaurante japonés de Grosso que en la calle Veedor competía con las tortillas de patatas y el jamón del añejo local homónimo (y grande, muy grande en todos los sentidos a cuya calidad fuera de duda dedicaré una entrada pronto). El japo de Grosso no tuvo suerte, no. Aunque allí pasamos muy buenas veladas. Y no estaba tan mal.
Allí me atreví con el wasabi, el jengibre entre bocado y bocado de maki, niguiri, y arroz avinagrado (sí, eso es lo que significa exactamente la palabra "sushi", y no pescado crudo como cree la mayoría de los profanos en la materia).  Alga nori. Anguila, atún, salmón, aguacate. Salsa de soja.
Entrené mi habilidad con los palillos, y eduqué los sentidos para el placer.
Un placer nuevo y distinto, que ya es cotidiano.
Desde entonces hemos visitado numerosos locales en busca del lugar perfecto donde degustar sublimes manjares japoneses, mientras soñamos con viajar alguna vez hasta allí, para sucumbir del todo a este vicio, que no tiene que ser caro, necesariamente. Hay de todo. Y ahora que está más en auge que nunca, florecen los locales donde sirven buen sushi y lugares deliciosos donde disfrutar del espectáculo del teppanyaki (plancha japonesa) o disfrutar de un delicioso yakisoba. 
Como reza el título de esta entrada y la etiqueta, se trata de la primera entrada que dedicaré a mi "japomanía" particular.
Hoy le dedico el estreno a Kaede, en Sevilla.
Un encantador local, con personal también encantador, que agasajan en kimono a los comensales (este detalle me encanta)Por las críticas de Tripadvisor no es el mejor, pero tampoco el peor.
A mí, personalmente (y creo que puedo llegar a ser de fiar) me agrada mucho. También donde está emplazado influye, en Santa María La Blanca 32, en el Barrio de Santa Cruz. Hemos repetido, sí. Y puede ser una garantía. Como haré en próximas entradas sobre el tema, os dejo una pequeña muestra de lo que probamos en Kaede, como recomendación.
¡Ah! Y el vino OROYA, espectacular. Vino blanco japonés.
Toda una experiencia, al alcance.

Yakisoba con katsuobushi bailongo.

Sushi moriawase 寿司盛り合わせ (surtido de sushi)

Gyozas de carne

Helado frito en tempura


















domingo, 13 de julio de 2014

Emocionalmente en su punto

Estoy enamorada de Los Caños de Meca desde hace tantos años que no recuerdo el momento exacto del flechazo.

Para mí, esa curva al entrar desde el Parque Natural de La Breña llegando desde Barbate, en la que de pronto se rompe el verde de la vegetación y se abre el horizonte, con el Faro de Trafalgar al fondo, es la misma puerta al paraíso.

Cada uno tiene sus obsesiones y sus pasiones. Las mías están en este lugar.

Y no tiene nada que ver con los recuerdos de la adolescencia. Ni con aquel amor rubio y surfero que se fue igual que llegó. Ni con alguna fiesta desenfrenada y clandestina, de esas que se clavan en la memoria. Ni con las puestas de sol en la playa, ni con los mojitos de La Jaima, ni con los crèpes de La Pequeña Lulú. O quizás sea todo junto, mezclado, agitado, y agitándome por dentro.

Todo un cóctel de sensaciones, que van desde la euforia a la melancolía, una tras otra, sin dejarme tregua. Por eso, al volver a casa después de un tiempo allí, estoy exhausta pero feliz.

Mi última estancia ha sido aún más especial, ya que he sumado a mi colección de recuerdos, los últimos tranquilos, serenos y apacibles,  uno más: nuestra hija Helena ha estado con nosotros.

Un paraíso al alcance
Por si fuera poco, hemos descubierto (aunque ya lo conocíamos a través de amigos como Susana Suárez Artidiello o Benjamín Colsa, y admirados expertos como José Landi o Pepe Monforte) un rincón donde el placer de la buena mesa es una explosión de vida para los sentidos.

Tataki de atún, en ensalada con salmorejo
Todos los detalles, cuidados
El Hotel-Restaurante La Breña ha cumplido, con creces, todas nuestras expectativas, y eso que íbamos tímidamente, como en la primera noche de amor.

Nos atrevimos con el tataki, el tartar, las albóndigas de atún. Y llegamos a los postres con mucho más Amor Amor, y fresas, y brandy, y todo el placer.

Una maravilla al alcance, un "restaurante emocional" que lo es. Amable, curativo, sensual.

Y es que este bellísimo rincón, entre los pinos y el mar, existe, aunque parezca de cuento.

Está bien cerca. 

Allí es posible saborear el océano, y llevárselo impregnado en los labios. Es posible sobrevolar los sueños, y mirar, desde allí, con otros ojos el mundo.
Sentí no haber tenido la soltura de preguntar por el chef Ciprian Jordan para poder conocerlo en persona. Para otra vez será, eso seguro. Porque siempre vuelvo a Los Caños.
Y ahora hay un gran aliciente más.



Maravilloso tartar

Albóndigas de atún sobre puré de patatas, suavemente me matan

Amor, amor... enamoramiento súbito



Lo que más gusta a los buenos vividores