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sábado, 18 de abril de 2015

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GASTROVIDA

Si no puedes con el enemigo, únete a él, dice el refranero. Pues vale. Hecho. Y ahora lo aplico a la horda de feroces enemigos que tengo en el comer: la tortilla de patatas y las tortas de nochebuena de mi madre, las croquetas del puchero de mi suegra, el tiramisú y las pizzas caseras de Pepe, los bollos engollipones a palo seco, los huevos fritos con papas, los sopones en la salsa de las almejas a la marinera, el brazo de gitano de chocolate… y más.
Desde chiquitita mis carnes han tendido a expansionarse a sus anchas, de forma directamente proporcional al hambre constante, y viceversa. De siempre he sido “grandota” (odioso calificativo), y en la adolescencia debía asumirlo con dolor. Y remordimiento. Siempre remordimiento. En COU, mi madre me puso a régimen, harta de escuchar mis lamentos por no ser una canija clónica más. Pero pronto, los lamentos fueron de otra índole: lampaba por los bocatas de tortilla con mayonesa de la cantina del instituto. No caí. Y conseguí perder casi veinte kilos de alegría. Aún no me he recuperado del trauma. Y díganme ahora qué hay más deprimente que un yogur desnatado natural, a media mañana, existiendo las cañas de chocolate.
Mientras estuve distraída, peleándome con las calorías, corriendo sin que me persiguiera nadie, no reparé en que yo siempre sería una “buenacomedora”, y que tanto esfuerzo resultaría ser una batalla perdida. Así que, pasados los años del pavo (relleno), cambié de estrategia: disfrutar, comedidamente, pero darle gusto al paladar.
No seguiré contándoles las batallitas de la transición de niña a mujer, ni las ceremonias iniciáticas en el Body Factory, porque sería muy largo y aburrido. Así que voy al grano (por cierto, odio los granos, sobre todo los de avena, desde el auge de Dukan): todo esto me lleva a una afirmación rotunda (como rotundas mis curvas, ahora que se lleva eso, y si no, miren a la Kardashian): estoy disfrutando de una época dorada. Estoy viviendo mi gastrovida.
Unida a los sabores, fundida con el color, las texturas. Prendada de todos los chefs del mundo, entregándoles mi hambre y mis ganas de vivir, ofreciendo la talla 38 como sacrificio a mis nuevos dioses con mandil, y mandando a tomar viento (o por el váter) la L-Carnitina.
Aprendí qué era el tikka masala, los mochis (de la Robles), maki, niguiri, cerveza Maier, kebab del Bahía Mar, el arroz con pollo de La Gitana, la pizza de La Muela, el pulpo y la zorza de Los Sobrinos del Padre en Santiago, las charinis de Casa Hidalgo, los caramelos de cereza de Maype en Cádiz, las tortillitas de camarones de Balbino, el tocino de cielo de Rufo en Barbate, la sopa Monasterio de Calvillo en El Bosque,…
Mi religión es la Tapatología, y los profetas, los mejores, Monforte y Landi (propongo ruta L´Obeli).
Ahora sé que existir merece la pena si el fin llega en muchas pequeñas muertes con el tartar de atún de La Breña de Ciprian Jordan. Mejor morir de curiosidad con Mauro Barreiro. Y matar por ir a Aponiente, aunque sea una vez. Mientras, las estrellas de mar coronan Vejer, y despierto con Tamara y Jesús en Valvatida.
Soy feliz. Tremendamente. Y créanme, tampoco sufre tanto la cintura (ni el cinturón). Todo es cuestión de dosificarse. Reir. Fluir. Descubrir lugares sabrosos, con amigos. Equilibrio. Perfecto maridaje. Dejarse llevar. Y gastrovivir.
Léelo en DIARIO BAHÍA DE CÁDIZ DIARIO Bahía de Cádiz Rosario Troncoso

lunes, 2 de febrero de 2015

Desde Jerez, con sentimiento. Manuel Sotelino, un periodista auténtico

     Lo mejor para afrontar la vida con alegría y optimismo, es saber rodearse de amigos de los buenos.
Personas interesantes, variopintas, luminosas todas, que elegimos o que nos eligen, de un modo u otro. Nombres que se cruzan en el camino, y se quedan para compartir inquietudes. Y justo eso ha ocurrido.
No recuerdo muy bien cómo llegué a Manuel Sotelino, o de qué forma él, llegó a mí.
    Las redes sociales tuvieron la culpa, quizás. También la común visión que ambos tenemos de la actualidad y la forma de entender la realidad, la información, la comunicación (aunque uno de sus puntos fuertes, el de declararse taurino, no sea precisamente de la devoción de servidora).
Aunque la afinidad, la simpatía y poco después, la mutua admiración y el cariño, 
    Por todo esto me siento tan cómoda colaborando en Jerezanía su medio digital, el periódico digital "con sentimiento" como él mismo lo define. Un lugar digital que es mucho más que eso, donde trasciende la información local de Jerez, y por lo menos a mí, me deja moverme a mis anchas opinando, escribiendo sobre muchos temas, unos más mundanos que otros, pero siempre con total y absoluta libertad. Y eso es una gloria.
    Y he escogido a Manuel Sotelino para volver a El Buen Vivir, para volver a hablar de amigos importantes, de hombres elegantes, precisamente por su versatilidad, por su carácter plural y su talante abierto y respetuoso. 
Vamos a conocerlo. Les invito.

CONOCIENDO A MANUEL SOTELINO

¿Cómo es?
    Este jerezano castizo es pudoroso, cuando se le insta a que se autodefina. Afirma ser una persona que intenta ser honrada consigo misma. Quiere ser, y es, un hombre honesto que mantiene una serie de valores basándose en el sentido común y que en el ámbito social ha ejercido la profesión de periodista durante años. 
    Y es periodista precisamente por ser como es, inquieto, curioso. Pero esta profesión, con sus luces y sombras, deja de interesarle cuando se convierte en un modelo lanar donde la curiosidad por saber ya va previamente escrita en un bloc de notas con los apuntes del director o el redactor jefe del medio para que no se olvide qué es lo que se tiene que preguntar.
   Periodista "de raza", Sotelino cuenta entre sus referentes con nombres como Marino Gómez Santos o Gregorio Corrochano como ejemplos a seguir, y David Gistau o Rubén Amón, a los que hay que leer por el fondo y por la forma, como periodistas actuales que se mantienen al quite de la actualidad.
Pero lo cierto es que en su trayectoria late el aprendizaje de aquellos que considera "currantes natos", como él mismo, con la fuerza necesaria para levantarse cada día, a conquistar una colina.

En primera persona:

Toros sí, ¿por qué? 

   Nuestra sociedad debería dejarse mirar esto de la relación con los animales. Creo que en determinados casos no es un vínculo sano el que existe. Pretendemos darles a los animales una serie de connotaciones humanas que, ciertamente, propicia una traba caótica y desordenada. Estoy convencido de que en el fondo de todo esto existe una estrategia de grandes multinacionales que se dedican a la producción de todo un abanico de productos para mascotas. Sólo hay que ver los pasillos de las grandes superficies dedicado a las animales de compañía y cómo han ido incrementándose con todo tipo de artículos con respeto a otras décadas. Y todo esto para obtener una cuenta de resultados que ha ido multiplicándose con pingües beneficios. Deberíamos de ser más ordenados y ofrecer a los animales el trato correcto, sin sacarlo de quicio ni de sus coordenadas. Además, los toros son cultura. Lorca, Alberti, Welles, Picasso o Hemingway no podían estar equivocados. 

Más allá de los toros: libros, música, cine.

    Libros hay muchos que me marcaron profundamente. ‘Cien años de Soledad’, por poner un ejemplo. La obra de Torrente Ballester me parece genial por su capacidad de aguantar durante más de mil páginas un mismo ritmo y un mismo tono. Y quiero citar un libro taurino que ciertamente también me marcó por lo bien escrito que está y por la historia épica que narra. Se trata de la biografía ‘Juan Belmonte: Matador de toros’, de Manuel Chaves Nogales. Capote, Chandler o Durrel.
    También soy muy melómano y me considero un músico frustrado. Es una pasión en la que me cuesta mucho definirme en una sola respuesta. Entre mis temas favoritos podrían encontrarse cualquiera de Sabina, o Michel Bublé. 
     Si se me pregunta por mi cinefilia particular, el título que me viene a la cabeza es ‘Primera Plana’ de Billy Wilder. Me parece una genialidad, aunque toda su filmografía es magistral. Puedo citar algunas más dispares ya que mis coordenadas abarcan mucho espacio. Al cine sólo le pido que me convenza de todo lo que me cuenta, creer en la historia, en la atmósfera que crea. Si se obra el milagro, me entrego a ellas. Algunos de mis títulos serían ‘Pulp Fiction’, ‘Qué bello es vivir’, ‘To Be or Not to Be’ o ‘La Escopeta Nacional’. Pero por encima de todas,  ‘El Padrino’, sobre todo sus dos primeras partes. Siempre el Padrino. 
 La Abacería La Cruz Vieja(Fotografía de Cosasdecomé

 Tu guiño gastronómico para El Buen Vivir: ¿dónde nos llevas a comer en Jerez?
 
    Jerez es un sitio donde se bebe mejor que se come, por cuestiones obvias. Pero también es posible comer bien en bastantes establecimientos. Habría más lugares, pero por cercanía y por encontrarme como en casa, La Abacería La Cruz Vieja en el corazón del barrio de San Miguel, me parece una muy buena propuesta. Sobre todo para tapear. 

 ¿Y sobre tus proyectos actuales?
   He escrito un diccionario heteróclito sobre la Semana Santa de Jerez. Va a ser el próximo proyecto culminado. También estoy haciendo televisión, un medio que me infundía cierto temor, pero en el que me encuentro cada vez más cómodo. 
    Por supuesto seguiré al frente de Jerezanía, contribuyendo a enriquecer la actualidad local de la ciudad de Jerez, aportando una visión diferente.

    Manuel Sotelino, a pesar de ser taurino y "capillita" (hágase uso del sentido del humor, por favor), es amigo, y un gran periodista, cuya profesionalidad y pasión hacen posible que conquiste sus particulares colinas diarias, tocando el corazón no solo de la gente de Jerez. Él va más allá, aunque no se lo crea del todo. Por eso lo admiro, lo respeto, y se merece un lugar de honor entre mi elenco de "hombres elegantes" que colaboran a esto del buen vivir, ayudan a torear la vida con arte.












Lo que más gusta a los buenos vividores